En El Jardín de las Delicias, El Bosco imaginó un universo donde el deseo no era pecado, sino paisaje. Un mundo exuberante, simbólico y provocador, en el que los cuerpos exploraban sin jerarquías, la curiosidad se volvía motor y el placer, experiencia compartida. Siglos después, esa visión sigue incomodando porque sigue siendo libre.
El Jardín de Luden nace como una relectura contemporánea de aquel paraíso imposible. No como una cita literal, sino como una interpretación actual del mismo impulso: crear un espacio donde lo íntimo pueda existir sin culpa, sin moldes y sin pedir permiso.
Este jardín es un refugio frente a un presente saturado de normas, tensiones y discursos cerrados. Un territorio donde el deseo recupera su carácter lúdico, diverso y creativo. Aquí, lo extraño convive, lo aprendido se resignifica y los límites se vuelven móviles.
Como en la obra de El Bosco, no se trata de ofrecer respuestas, sino recorridos. El Jardín de Luden invita a atravesarlos con el cuerpo, la imaginación y el deseo abiertos. Porque seguir explorando, deseando y jugando también es una forma de habitar el mundo.
El Jardín de Luden
El Jardín de Luden, paraíso del placer. El escenario natural donde los tiempos distópicos del presente se disuelven. Este, nuestro jardín, es el verdadero refugio para los deseos en su total multiplicidad y diversidad.
Es el universo posible que hemos creado para fugar tensiones, derribar prejuicios y redefinir los límites de lo íntimo.
Aquí los mitos, los reaprendizajes y los desafíos, además de convivir, juegan. Esa es nuestra naturaleza inalterable, nuestra génesis lúdica. Hay que atravesar los cielos, los mares, las tierras de los que creías conocer, para seguir siendo, deseando y viviendo sin fronteras.
Texto por Silvana De Bernardis • Diseño y arte 3D por Marcus Wahren • Dirección creativa por Camila Cáceres
